Muchos de los que me conocen, saben que mi Fin de Año lo paso fuera de mi isla, lo curioso que todo esto viene por una promesa que luego se convirtió en realidad, y digo que luego se convirtió, porque a veces y desgraciadamente algunas de las promesas no las podemos cumplir, pero en este caso, la promesa no era con nadie sino conmigo, es decir, que el afectado por no cumplirla sería yo.
Hace muchos, muchos años, en una ciudad llamada Arrecife, y como era habitual entonces, el Fin de Año se partía en casa de los padres y luego se salía de fiesta. Ir de fiesta era ponerte chaqueta y corbata, posiblemente la única vez en el año, para poder entrar al Mercantil
(Sociedad Democracia) y allí íbamos la pandilla como algo disfrazados, porque en mucho de los casos, las corbatas y los “ternos” pertenecían a algún familiar cercano, y nos quedaban algo grandes. Entonces, sinceramente, nos aburríamos, porque estábamos toda la noche mirando a ver con quien bailábamos además de las chicas que iban con nosotros, claro, o buscando a gente conocida, por entonces apenas bebíamos alcohol. Y los tiempos cambian, ahora se sale para beber.Otro año, saliendo de la rutina y con mucho entusiasmo, un amigo propuso ir a una casa de su familia en el norte de la isla y pasar allí la Noche Vieja y la entrada del año. Nos pusimos en marcha, organizamos el viaje, la comida que íbamos a hacer, la música, llevamos guitarras e instrumentos de percusión, y con ese pretexto nos olvidábamos de los atuendos de corbatas y chaquetas. Ese día hacía un frío que mataba, y donde estaba la casa aún más. Desde la ventana de la cocina se divisaba gran parte del pueblo.
La vivienda, que tenía tres partes bien diferenciadas, tenía tres habitaciones antiguas de techos altos, otras dos habitaciones más, patio techado, cocina y baño de los años 60 y la parte trasera de habitaciones para el grano, elementos de labranza y todo eso, que era aún más antiguo que cualquiera de las otras dos partes de la casa campestre. Recuerdo que el pavimento de toda la casa era de un color verde botella pero con un acabado brillante, tan brillante que te podías ver en él, y acentuaba la sensación de frío en toda la casa. Desde por la tarde hasta cerca de las 12 estuvimos haciendo los preparativos de la cena, partimos el año sin haber cenado, y luego lo hicimos con tranquilidad.
Para la cena, me empeñé en hacer como primer plato “gambas en sarcófagos”, receta que había visto en una película que me impresionó, “El Festín de Babette”, pero la receta era con codornices, ingrediente que por entonces era inusual en la isla. La verdad es que las gambas escapaban y la salsa, pero los sarcófagos que eran como hojaldre estaban duros como piedras. El plato principal, ni me acuerdo, pero algo de carne creo que era. Y de postre, me había traído de casa un bizcochón que había hecho ese día en mi casa y lo pensaba adornar y dar una pequeña sorpresa.
Partí el bizcochón con agujero en el centro en tres capas y en una le puse crema y en otra licor. Luego monté claras y a escondidas coloqué un cohete que compre en el Palacio de los Juguetes y que tenía una pequeña mecha y al encenderla salía disparada la tapa superior cónica y con ella confetis, muñequitos de plástico, serpentinas, etc.
Pues cenando no cabía de la emoción que sentía en sorprender a la panda, y llegado el momento con la disculpa de sacarnos una foto con la tarta, la colocamos en la mesa, puse la máquina con disparador automático, mientras unos y otros nos colocábamos alrededor con cierto alboroto, porque habíamos bebido un poco, dije que iba a poner una vela, encendí la vela y disimuladamente la pequeña mecha, mientras saltó el flash de la cámara, al tiempo el cohete hizo explosión levantando una llamarada enorme que nos hizo retroceder y además de los confetis y los muñequitos de plástico, la tarta también salio por los aires y manchó paredes, muebles y todo lo que trincó incluido nosotros.Por último, nos dio la locura de salir por las calles del pueblo tapado con mantas por encima cantando villancicos. El pequeño pueblo estaba completamente dormido, salvo alguna luz que se encendió al oírnos cantar con semejante frío que nos hacía titiritar y que calmábamos con una bebida asquerosa, que solo compramos por el color, Perfait Amour. Fue un Fin de Año diferente y muy entrañable.

Al año siguiente, cambiaron las tornas, y entonces el Fin de Año lo organizamos en una nave de Argana, era la moda entonces. Pagabas un tanto y tenías barra libre y música enlatada y además iban todos los compis y conocidos. Ese año, lo partí en casa de mis padres. Media hora más tarde ya estaba saliendo para recoger a un amigo, y en una hora estábamos delante de la casa de una amiga que se retrasó unos tres cuartos de hora, después de las disculpas nos fuimos a buscar a otra amiga que solo se retrasó una hora y cuarto, pero nos invitó a pasar y estar con su familia mientras ella terminaba de prepararse. Entonces cuando miré el reloj, eran las 3:15 de la madrugada. Ya se me había aflojado parte de las ganas pero buscamos el local, total las 3:45 entre aparcar, parar, y no se que mas. Entramos en la nave, ya algunos venían medios borrachos de sus casas. La fiesta no aparentaba mal, había buena música, y comida (por dios a esas horas más comida), música y gente que aún iban entrando. Me serví mi primera copa, y un amigo empieza a encontrarse mal, se tambalea de lo borracho que estaba, y le entraron ganas de vomitar. Entre dos lo sacamos fuera de la nave, y antes doy un sorbito al cubata y lo dejo.
El pibe estaba tan mal que veía hasta doble, lo metemos en el coche y decidimos llevarlo a su casa, subimos en el ascensor, lo acostamos, mi amigo se queda con él y yo bajo por las escaleras resignado, cuando abro la puerta del portal empieza a amanecer. Se hizo de día. Entonces me fui para mi casa y me acosté.Al día siguiente, en un alarde de interpretación para los Oscars, cuando estábamos recordando lo ocurrido, me puse de pie, miré al cielo, cerré el puño y lo elevé al cielo y dije
– ¡¡A Dios pongo por testigo, que jamás volveré a pasar un Fin de Año de esta forma!!.Quiso la casualidad, que efectivamente, me fuera de viaje para Fin de Año a un lugar de Europa. Al principio sentí esa necesidad de estar con la familia y algo de nostalgia te invade en los momentos previos o minutos después, pero no, aguanté.
Sin darme cuenta me encontraba recorriendo calles y espacios de una ciudad que pertenece a otros y que te la dejan unos días para que la admires, y entonces te das cuenta que esa noche puedes acudir a algún lugar de la ciudad, vestido como quieras, y participar de la llegada del Año Nuevo, y cuando pasa ese segundo después de las doce, sientes una libertad extraña, pero a la vez en un minuto pasan por tu cabeza todos tus seres queridos te alegras por ellos, te sientes afortunado de tenerlos y desde esa parte del mundo les mandas todo el cariño.
Al día siguiente, sigues haciendo turismo, la tierra sigue dando vueltas, las personas vuelven a sus trabajos, los coches ruedan por las calles, los monumentos se muestran donde siempre y tu eres testigo de ello, y te alegras de este pequeño descanso en medio de unas fiestas caóticas y en parte te alegras de librarte del agobio que supone los preparativos de más fiestas y el tener toda la noche una amplia sonrisa en la boca, cuando a veces deseas estar acostado en tu cama.
En Londres estuve hace diez años, en el 2000, y ahora recorrería las calles nuevamente, con otra visión. Casualidades, me quedé en el mismo hotel, lo encontré mejor y me gustó mucho más que la otra vez. Londres estaba igual de interesante y sus calles rebosaban mucha actividad, sin duda, o había muchos turistas o los ingleses están cambiando la mentalidad para salir mas tarde a cenar. FELIZ AÑO 2010. Con todo el cariño.