miércoles, 1 de agosto de 2007

ARMIGUANA Y TESEITEN (en construccion)

Pasando la Montaña del Dinero, donde los Reyes Aborígenes escondían sus tesoros y de los que hasta ahora nada se sabe de dicho escondite y bajando por Las Isitas se llega al Barranco del Viento y desde allí divisamos el Pico de Naos, enclavado en Playa Quemada.
La princesa Armiguana era la mujer más bella de la isla, una amplia sonrisa que dejaban ver unos dientes espectacularmente blancos y un cuerpo de proporciones casi perfectas. Armiguana se encontraba en el proceso de aprendizaje de todas las doncellas hijas de reyes destinadas al casamiento con algún guerrero de experimentada valía o de señorío en su familia. Armiguana estaba prometida al príncipe heredero de Maxorata con quien se encontraría en la próxima primavera. Teseitén era un joven príncipe, el menor de tres hermanos, y como Armiguana poseía un don especial, se podría decir que era el principe mas valiente que jamás Maxorata había conocido. Teseitén era un guerrero excepcional, había estado al frente de una guarnición de guerreros que defendían las islas de los temibles piratas que se acercaban a las costas con el propósito de hacer rehenes a los nativos y venderlos como esclavos en los mercados africanos. Teseitén se había enfrentado al capitán Pirata Arraeol y había acabado con su vida y quemado su barco una vez despojado de todo aquello que fuese de valor o útil para la vida. El resto de la tripulación huyó en barcazas hacia las costas africanas sin saber si el destino acabó con ellos, bien por la falta de alimentos y agua o porque las barcazas zozobraron en el Atlántico.
Desde Titerroigatra se divisa la gran columna de humo producida por la quema del barco pirata de Arraeol con el que se festejaba la gran fiesta de la Victoria. Armiguana miraba desde lo alto de la montaña como subía la columna de humo hasta lo mas alto del cielo. Ella sabía que había sido una victoria de los Majos, porque capturados los barcos eran quemados para que no volviesen a ser vehículos de ataque al pueblo aborigen y tampoco lugar para albergar a los nativos que se vendían como esclavos en otras tierras que no fuesen las suyas.
Armiguana bajaba hasta la costa, hasta la playa negra, la playa quemada llena de brillantes piedras bañadas por el mar que resplandecían al dar el sol en ellas, y por las noches se convertían en un mar llena de grandes brillantes que reflejaban la luna. Allí Armiguana se acompañaba de otras doncellas de su corte y algunos guerreros que cuidaban de la seguridad de sus reyes y su descendencia, cantaba y entonaba bellas canciones que reflejaban en muchos casos la soledad en que a veces era presa.


Por las noches, en las cuevas cercanas a los acantilados, Armiguana descansaba y dormía y a media noche se escapaba de la guardia real y sus doncellas y se iba a la orilla del mar, para ver reflejar la luna en los guijarros de la playa en su leve contoneo del mar que subía y bajaba y las bañaba una y otra vez. Sumida en ese vaivén, quedó tendida sobre las rocas dormida, al poco un sobresalto la hizo incorporarse y se encontró delante de si a un hombre de impecable armadura brillante por la claridad de la luna y que la miraba atentamente custodiado por otro soldados.


Intentó escapar pero unas manos la agarraron y otras le taponaron la boca y la llevaron hasta una barcaza que se encontraba cerca de las rocas en La Bajita que mira hacia el llamado Paso de La Cruz par dirigirse a la nao de bandera francesa.


El jóven apuesto daba órdenes con sigilo y precisión, hasta llegar al barco donde ondeaba una bandera con fondo azul, tres flor de lis y tres lunas en la parte superior. La joven princesa de sangre real fue introducida en un compartimento, seguía amordazada pero no se resistía a seguir presa, mientras oía como la nao se iba haciendo a la mar.
El joven entró en los aposentos, donde habían dos catres dispuesto en cada uno de los lados de la estancia reservados para él y otro acompañante, en este caso sería la jover Armiguana. El joven, Juan de Valois, era hijo bastardo de Juan de Orleans, Conde de Angulema, y que reconoció como tal el mismo año de su muerte.


El joven Juan de Valois en represalia a los ataques del guerrero Teseitén prometido de Armiguana, se lleva a su prometida con la que quiere casar en el Reino de Borgoña y volver con ella como herederos de Titeroigatra. No era tarea fácil, tenía que convencer a Armiguana que él era el único en quien podía confiar fuera de su territorio natural y de esa forma conquistarla y casar con ella con el beneplácito del Papa de Aviñon que quería cristianizar las islas.


En las cuevas de la costa de Tinaxo están aislados los guerreros custodios que no velaron por la seguridad de la princesa y desterradas las damas que durmieron sin que proteguiesen la vida de su ama. En una barcaza a remos se acercaba hacia el Rubicón, Teseitén enterado del rapto de su prometida, y en la orilla la corte del Rey Guadarfía y la Reyna Fayna esperaban el desembarco del valiente guerrero de Maxorata.