Seis meses después de Navidad se festeja la Noche de San Juan que coincide con el solsticio de verano, la noche más corta del año, cuando la Tierra se aproxima mas al Sol. Casualidades de la vida, aunque es la Fiesta de San Juan, desde tiempos remotos ha sido una fiesta de origen pagano. El triunfo de la luz sobre la oscuridad, dos elementos esenciales que marcan ese día, la luz y el agua. Es un canto al sol, hay que recibir los primeros rayos de la mañana con el cuerpo purificado por el fuego de la noche y el rocío de la mañana.
Muy al contrario de la nueva moda de encender las hogueras a las 12 de la noche que es del todo errónea, deberán encenderse al caer la noche y a ser posible mantener la llama viva hasta el amanecer del nuevo día. La mayoría de los jóvenes recogen maderas y muebles viejos que sirven para prender las hogueras, en algunas de ellas se pone al llamado "Facundo" un muñeco de paja que está en lo alto de la hoguera para quemarlo. La costumbre de encender hogueras proviene desde antes del cristianismo, era un culto al sol, pero también se usó para quemar los muebles y enceres después de epidemias.
Dice la tradición que es conveniente saltar al menos tres veces la hoguera para tener un buen año. La noche mágica en que las aguas se vuelven medicinales y las hierbas también, relucen los tesoros perdidos y las muchachas encuentran novios.
En el Charco San Ginés, las hogueras las preparábamos con una semana de antelación en la que íbamos recogiendo maderas y muebles viejos. Muchas vecinas nos llamaban para que le llevásemos sus muebles viejos a quemar en las hogueras, que por supuesto, nosotros con entusiasmo recogíamos con el fin de conseguir la hoguera más grande de los alrededores. Esto nos obligaba muchas veces a hacer guardia en el montón de maderas para que no se llevaran lo recogido hacia otras hogueras que competían.
En el último día, el día 23, en la tarde, los muchachos nos poníamos a las puertas de la fábrica de pescado La Rocar, allí entraban y salían los camiones cargados de sardinas hasta arriba del todo. Entonces corríamos detrás del camión y algunos tirábamos piedras a la carga y caían sardinas que recogíamos en un balde para luego asarlas en la hoguera. Ya cuando empezaba a caer la noche encendíamos la hoguera y veíamos como todo aquella madera recogida comenzaba a arder. ¡Cuanta historia se ha quemado en las hogueras!, la cama de Seña Francisca con un bastidor carcomido, o la cómoda que le falta una gaveta, las sillas de comedor de esterilla sin arreglo, y entre las brasas poníamos alguna parrilla y encima las sardinas. Así pasábamos la noche junto a la hoguera y a orillas del mar... en la ribera del Charco San Ginés.
A esa hora de la caída de la noche, las vecinas sacaban sus sillas al exterior y se sentaban contemplando el panorama y en animada conversación miraban la hoguera, a veces sin poder apartar la vista de ellas, y nos llamaban para que les llevásemos sardinas, de esas que ya no se ven...
Algunas señoras se acercaban a la hoguera a tirar algunas cosas de la que desconocíamos el significado de tal acción. Recientemente mira por donde, una amiga llevó unos zapatos viejos y los tiró a la hoguera, ese año aprobó las oposiciones. Otros llevaban papeles, alguna pieza de ropa...
Los hombres se mantenían en otro plano hablando de viejas azañas de la pesca, de los barcos, del muelle, de los armadores... todo iba entorno al mar. ¡¡San Juan era mágico!!.
Ya entrada la noche y aún con las brasas encendidas, algunos se bañaban en el Charco, la proximidad de la Tierra con el Sol hacía que la mar estuviese más en calma que cualquier día del año, por entonces no lo sabíamos.
Al día siguiente al despertarnos estaba la palangana con las ramas de romero, pétalos de flores sobre la frialdad del agua que durante la noche permaneció al sereno y ahí nos lavábamos la cara y nos veíamos reflejados. Eso era buena señal, pues viviríamos otro año mas.
Aún seguía la fiesta de San Juan, porque desde media mañana las familias nos íbamos a la costa, a la playa, cargando con sillas plegables, sombrillas, y comida, mucha comida, sancocho especialmente y ensaladilla para los niños y una buena sandía que introducíamos en la orilla debajo de la arena para que se mantuviese fresca. Los lugares idóneos era al lado de los charcos donde el mar batía algo, lo suficiente para renovar el agua estancada, así poníamos las botellas de cervezas, Clipper, Tim, vino y agua.
Ajenos a cremas protectoras, corríamos de un lado a otro de la playa jugando a toda clase de juegos, mientras nuestras madres, tías, abuelas nos alertaban para que no nos metiésemos muy adentro.
Algunos familiares conservaban la costumbre de no bañarse el día de San Juan por ser un día tan señalado, por miedo a que ocurriese alguna desgracia y verse ensombrecido ese día, eso lo pienso ahora... Pero eso si, tenían el contacto con el agua porque mojaban sus piernas hasta las rodillas.
Los charcos además servían para lavar la loza y los calderos después del almuerzo, pero nosotros los mas pequeños seguíamos incansables corriendo de un lado a otro. Al fondo las risas de los mayores presagiaban que ellos también se estaban divirtiendo.
Por la tarde cuando ya iba atardeciendo y nuestros cuerpos ya tenían ese color rojizo quemado por el sol, acudíamos a buscar la merienda, un vaso de clipper y un bocadillo con una pasta de chocolate La Isleña dentro del pan.
Comienza a hacer algo de frío, hay que comenzar a recoger todo y marcharnos a casa, aun queda bañarnos y acostarnos, dormir, seguir ese día soñando entre sábanas blancas secadas al sol y planchadas con la fuerza que se ejercía en apretar la plancha para no dejar arrugas...
(lo que comenzó como una información, terminó casi como un diario). Saludosss y A divertirse en la Noche de San Juan!!!.
En el Charco San Ginés, las hogueras las preparábamos con una semana de antelación en la que íbamos recogiendo maderas y muebles viejos. Muchas vecinas nos llamaban para que le llevásemos sus muebles viejos a quemar en las hogueras, que por supuesto, nosotros con entusiasmo recogíamos con el fin de conseguir la hoguera más grande de los alrededores. Esto nos obligaba muchas veces a hacer guardia en el montón de maderas para que no se llevaran lo recogido hacia otras hogueras que competían.
En el último día, el día 23, en la tarde, los muchachos nos poníamos a las puertas de la fábrica de pescado La Rocar, allí entraban y salían los camiones cargados de sardinas hasta arriba del todo. Entonces corríamos detrás del camión y algunos tirábamos piedras a la carga y caían sardinas que recogíamos en un balde para luego asarlas en la hoguera. Ya cuando empezaba a caer la noche encendíamos la hoguera y veíamos como todo aquella madera recogida comenzaba a arder. ¡Cuanta historia se ha quemado en las hogueras!, la cama de Seña Francisca con un bastidor carcomido, o la cómoda que le falta una gaveta, las sillas de comedor de esterilla sin arreglo, y entre las brasas poníamos alguna parrilla y encima las sardinas. Así pasábamos la noche junto a la hoguera y a orillas del mar... en la ribera del Charco San Ginés.
A esa hora de la caída de la noche, las vecinas sacaban sus sillas al exterior y se sentaban contemplando el panorama y en animada conversación miraban la hoguera, a veces sin poder apartar la vista de ellas, y nos llamaban para que les llevásemos sardinas, de esas que ya no se ven...
Algunas señoras se acercaban a la hoguera a tirar algunas cosas de la que desconocíamos el significado de tal acción. Recientemente mira por donde, una amiga llevó unos zapatos viejos y los tiró a la hoguera, ese año aprobó las oposiciones. Otros llevaban papeles, alguna pieza de ropa...
Los hombres se mantenían en otro plano hablando de viejas azañas de la pesca, de los barcos, del muelle, de los armadores... todo iba entorno al mar. ¡¡San Juan era mágico!!.
Ya entrada la noche y aún con las brasas encendidas, algunos se bañaban en el Charco, la proximidad de la Tierra con el Sol hacía que la mar estuviese más en calma que cualquier día del año, por entonces no lo sabíamos.
Al día siguiente al despertarnos estaba la palangana con las ramas de romero, pétalos de flores sobre la frialdad del agua que durante la noche permaneció al sereno y ahí nos lavábamos la cara y nos veíamos reflejados. Eso era buena señal, pues viviríamos otro año mas.
Aún seguía la fiesta de San Juan, porque desde media mañana las familias nos íbamos a la costa, a la playa, cargando con sillas plegables, sombrillas, y comida, mucha comida, sancocho especialmente y ensaladilla para los niños y una buena sandía que introducíamos en la orilla debajo de la arena para que se mantuviese fresca. Los lugares idóneos era al lado de los charcos donde el mar batía algo, lo suficiente para renovar el agua estancada, así poníamos las botellas de cervezas, Clipper, Tim, vino y agua.
Ajenos a cremas protectoras, corríamos de un lado a otro de la playa jugando a toda clase de juegos, mientras nuestras madres, tías, abuelas nos alertaban para que no nos metiésemos muy adentro.
Algunos familiares conservaban la costumbre de no bañarse el día de San Juan por ser un día tan señalado, por miedo a que ocurriese alguna desgracia y verse ensombrecido ese día, eso lo pienso ahora... Pero eso si, tenían el contacto con el agua porque mojaban sus piernas hasta las rodillas.
Los charcos además servían para lavar la loza y los calderos después del almuerzo, pero nosotros los mas pequeños seguíamos incansables corriendo de un lado a otro. Al fondo las risas de los mayores presagiaban que ellos también se estaban divirtiendo.
Por la tarde cuando ya iba atardeciendo y nuestros cuerpos ya tenían ese color rojizo quemado por el sol, acudíamos a buscar la merienda, un vaso de clipper y un bocadillo con una pasta de chocolate La Isleña dentro del pan.
Comienza a hacer algo de frío, hay que comenzar a recoger todo y marcharnos a casa, aun queda bañarnos y acostarnos, dormir, seguir ese día soñando entre sábanas blancas secadas al sol y planchadas con la fuerza que se ejercía en apretar la plancha para no dejar arrugas...
(lo que comenzó como una información, terminó casi como un diario). Saludosss y A divertirse en la Noche de San Juan!!!.
2 comentarios:
Yo tambien recuerdo todo eso asi, justamente como lo relatas pero se te olvida las piñas asadas y luego mojadas con agua salada. jejej que rico. feliz dia de san juan
Felicidades
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